miércoles, mayo 05, 2004

¿Qué es más macho? ¿El peinado estratégico de Julio Iglesias o el jopo inmóvil del Puma Rodriguez?

No se por qué, el Cielo y el Infierno son tan parecidos.

En Key Caulker, Belice, me esperaban mis amigos Ogivly y Daktari, aquel cuyo departamento recordara vagamente al Arca de Noé. Estar en el cayo [definido como una isla de coral asentada con manglares] era como habitar una postal; cielos y agua turquesa, días díafanos, ostracismo voluntario.

Pero el trópico también tiene otra cara para ofrecer. Al poco tiempo de recorrer el bosque de cocos donde teníamos nuestro bungalow, me dí cuenta de la exasperante frecuencia con que los cocos caían a metros de donde uno caminaba. Ante este detalle, que a nadie parecía preocuparle, el dueño de los bungalows acota:

"Hace una semana a una chica alemana que tomaba sol en una hamaca, un coco le rompió la nariz y se la tuvieron que llevar de urgencia a Alemania". Siesta tropical en la hamaca, descartada.

Una noche, Daktari se levanta una negra americana bastante linda a base de calipso y otros ritmos caribeños [técnica que superaba las posibilidades de Ogivly y Chow]. Viven un mínimo affaire y unos días después, un negro local celoso increpa en alta curda a la americana por salir con un blanco.

El clima en el paraiso se había puesto denso como cuando de la nada se gestan esos huracanes tropicales desvastadores.

El rasta cajún apeló a insultos excesivamente locales como para que provoquen otra cosa que risa:

"¡Monkey go back to Jamaica!" ["Mono, volvete a Jamaica", este podría utilizarse con el Mono Navarro Montoya]

"¡Mushroom without sauce!" ["Hongo sin salsa", insulto demasiado hermético].

Hubo que retirarse del lugar antes de que se arme la rosca, para la que estabamos muy mal preparados. Mientras tanto nos enteraríamos de que el índice de suicidios en esa isla paradisica era más alto que el del poblado más gris de Suecia.

Aun faltaba la despedida tropical. Tras una visita a una de las mejores reservas submarinas del mundo, Daktari toma un baño convencional bajo el sol caribe. Todo es paz y plenitud hasta que empieza a los gritos como si lo hubiese mordido un tiburón.
Lo traemos a la costa cual soldado herido en Dunkerque, y acostado en la arena vemos que su espalda está como recién transitada por un ejército de máquinas de coser.

"¿Qué es eso?!!" nos preguntamos horrorizados, mientras Daktari ardía de dolor.

"Portuguese Man-of-War ["Barco de guerra portugués"]", nos dice el guía nativo mientras sale a buscar los antídotos sin mostrar más que el grado cero de la emoción.

El Portuguese Man-of-War, es una especie de agua viva gigante, una medusa, una burbuja azul venenosa, especie de bichos cuyas picaduras oscilan entre ardores tipo aguijón de abejas a muerte en siete minutos. A Daktari le había tocado algo intermedio en la escala, pero muy doloroso: se lo veía al borde del desmayo. Desorientados, la afección no aparecía en el Manual de los Cortapalos, hasta que el guía trajo el antídoto y nos indicó tratamiento y posología:

"Que se tome toda esta botella de ron y orínenle encima". Al día siguiente se levantó en perfectas condiciones, listo para más goces tropicales.


Pollera vegetal y hula-hula: deben estar en el repertorio de la mujer con recursos.

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