Mírame a los ojos: son manchas de tinta
El Golden Gate es para los suicidas lo que Las Vegas para los jugadores. Un imán con una que otra diferencia: entre los 1200 que saltaron desde 1937, sólo 26 sobrevivieron. El majestuoso puente promete una muerte segura, fácil y efectiva. [Tasas de efectividad: veneno 50%, sobredosis por drogas 12%, cortarse las venas apenas 5%].
El Golden Gate es una obra arquitéctonica fastuosa y elegante que bien puede simbolizar una especie de triunfo de la cultura sobre la naturaleza. Sus suicidas sin embargo parecen decirnos: a mi toda esta cultura no me dió lo que yo necesitaba.
Su creador, el ing. Strauss de escasos 1,52 mts de altura [dato que explicaría lo bajo de la baranda y lo gigantesco de la obra], no imaginó que lanzarse desde el Golden Gate ofrecería un suicidio romántico y glamoroso, estéticamente agradable, mientras que el mismo acto desde el puente hermano, el Bay Bridge, se consideraría cursi.
Nadie quiere saltar desde el Bay Bridge, un puente sin carisma. El Golden Gate [al igual que otros íconos como la Torre Eiffel, el Empire State, el Monte Mihara, la Basílica de San Pedro, etc.] pareciera prometer además una infantil transformación mágica o una psicótica puerta hacia otro lugar. Los suicidas creen que el tiempo se detendrá y qué su contacto con el agua será perfecto como el de un clavadista.
A nivel físico lo que se logra es sin embargo un aplastamiento devastador de los órganos del cuerpo. Pero sobre lo psicológico, una sobreviviente relata que en esos meros 4 segundos de caída se dijo a si misma 3 veces: "Ya tengo que chocar".
En la baranda del Golden Gate, los suicidas tienen instantes de duda. El contraste entre la vista imponente y el caos interior es grosero. Muchos resuelven su conflicto allí, y vuelven a la ciudad. Otros se arrepienten en el aire. "Intantáneamente, percibí que todos mis problemas tenían solución, salvo uno...me había soltado de la baranda".
El Dr. Seiden tiene un estudio ["¿Donde están ahora?"] sobre suicidas que pudieron ser salvados. El 90% no reincide. El acto suicida suele ser producto de una crisis aguda...y pasajera, donde todo se ve excesivamente negro. Muchos suicidas esperan en su fuero interno que los salven, que los escuchen o dejar un mensaje dificil de borrar.
"Carnicero desocupado", "lanza el bebé y luego se lanza detrás de él", "utiliza su último centavo para escribir su despedida en la baranda del puente", "el tapizado del auto aun retiene el calor del cuerpo del conductor" quedan registrados en la triste crónica policial de distintos casos. A veces se encuentra una notita entre la ropa, dudosamente explicativa: "Nada especial, excepto un dolor de muelas".
Kevin Briggs, es un simpático motociclista cuyo trabajo es patrullar el puente para evitar que la gente se tire. Cuenta con un historial que impone respeto: ha disuadido a 200 potenciales suicidas sólo hablando con ellos. Hasta ahora no perdió a nadie. Dice que comienza el diálogo con la persona en la cornisa más o menos asi:
"¿Y cómo andas hoy". Y luego "¿Qué vas a hacer mañana?". Si no hay una buena respuesta sigue con "Bueno, hagamos un plan. Si no funciona, siempre podés venir otro día".
Y si la cultura no te da lo que necesitás, creá tu propia cultura. No esperes nada de nadie, menos del Cielo.
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