La unánime inconstancia del diablo
Cuando alguien afirma haber sido abducido por extaterrestres, la palabra delirio no tarda en ser evocada. La epidemia es particularmente norteamericana; tan norteamericana como la conquista del espacio.
Todos los relatos bajo hipnosis de lo que los raptados han padecido tienen puntos en común: 1) extraterrestres que bien podrían haber salido de una película de bajo presupuesto y, b) una especie de intervención médica, ginecológica para las mujeres y proctológica para los hombres. Hay un detalle inquietante: todo semeja a una "violación fría". Tras el procedimiento - ultramoderno, no se lo puede negar- los pacientes involuntarios son regresados a sus camas.
Por más salas de alta complejidad espacial que se citen hoy en día, el fenómeno de las seducciones diabólicas se remonta por lo menos a la Edad Media. No existían en aquella época los adelantos astronómicos que permitieran fantasear con médicos de otros planetas. La tarea de recrear los fantasmas inconcientes de monjas, y célibes la llevaban a cabo los incubi y las succubi, respectivamente, una especie de agregados culturales del diablo, vampiros lúbricos que se encargaban de succionar la energía del individuo sexualmente frustrado.
El diablo mismo, en los aquelarres conocía hechiceros y hechiceras "sodómica y carnalmente" poniendo en acción un miembro que producía semen helado. Estimo que la temperatura de la experiencia está dada por lo que el sujeto puede aceptar de su sexualidad. Para monjas y reprimidos sexuales todo se mantendrá frío como el Cielo.
En este estado de cosas el psicoanalista entonces, diagnóstica que esto es tan sólo una forma moderna de delirio histérico [en donde es necesario crear una fuerza externa para dar rienda suelta a ciertas pulsiones sexuales, sólo en términos obligados]. Son demasiados los que en la actualidad sienten presencias en el sueño, extraterrestres o sucubos con intenciones semisexuales. En esa hora de la verdad, cada uno hace lo que puede.
No sé a donde voy en el primer sueño, a los saltos, al ras del suelo, como un murciélago, doy vueltas por el barrio, o por lugares oscuros, nunca llego a ningún lado que me acuerde.
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