El amigo escocés
Una de las movidas favorables que hice por mi supervivencia fue la de hacerme pasar por escocés durante unos 4 años. Empezaba a escasear el trabajo en Buenos Aires [traducía y daba clases de alemán pero con la globalización el inglés empezaba a cubrirlo todo]. Me llega un complejo pedido de traducción al inglés. Era un CD doble de un grupo punk ¡australiano!, y el cliente quería las letras en español.
No estaba en condiciones de rechazar ningún trabajo. Puse un avisito en el Albergue de la Juventud de la calle Brasil, buscando a un turista angloparlante que se quisiera ganar unos pesitos dándome una mano con la tarea. Así conocí al escocés Rick. Nos hicimos amigos. Conocí su pasión por Boca, su odio a los ingleses, la divertida cultura escocesa y a un tipo excelente.
Al poco tiempo se me pegó algo del acento inglés escocés [que resulta inentendible para el lego]. Favorecido por lo poco ubicable de mi nombre, me presenté a institutos de inglés como escocés nativo, y así las entrevistadoras argentinas confundidas por mi acento fraudulento [y mi chamuyo tradicional] me dieron trabajo. Terminé dando muchísimas clases, viviendo bien y dominando finalmente el inglés.
Al fin y al cabo, la mejor manera de aprender es enseñar.
Un simpatizante de Hibs dándole consejos tácticos a Bertie Vogts en el aeropuerto de Glasgow.
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