Expulsar a los tritones del reino de las aguas, quitar a Pan su flauta
En otro tiempo no había ni luna ni estrellas ni arcoiris, y la noche era de oscuridad total. Esta situación cambió merced a una muchacha que no quería casarse. Se llamaba Tupí [luna]. Exasperada por su obstinación la madre la echó. La damisela anduvo largo tiempo errante llorando, y cuando quiso volver a casa, la vieja no quiso abrirle.
-¡Duerme afuera! - le gritó - ¡Así aprenderás a no querer casarte!
Deseperada la chica corría en todos sentidos, aporreaba la puerta y sollozaba. Esto enfureció de tal modo a la madre, que se armó de un machete. Abrió a su hija y le cortó la cabeza, que rodó por tierra. Fue entonces a tirar el cuerpo al río.
Durante la noche la cabeza rodaba y gemía alrededor de la cabaña. Después de interrogarse por su porvenir decidió convertirse en luna. Prometió a su madre no guardarle rencor, a condición de que le diese sus bolas de hilo, con las que sujetando una punta con los dientes se hizo transportar al cielo por el buitre.
"Así sólo me verán de lejos", pensó.
"El Aleph" de Borges, según el resumen Lerú. Borges tolera la ocasional compañía de un poeta que espanta: Carlos Argentino Daneri, porque le provoca gozosos flashes de una mujer de la que estuvo enamorado [sin excluir el amor erótico], una tal Beatriz Viterbo [cómo Beatrice de La Divina Comedia]. En las primeras 3 páginas Borges gasta al poeta autoinflado Daneri. Unos meses después este llama angustiado a Borges: -Borges vení que tengo que mostrarte algo, antes que derriben la casa- . Es el Aleph [una ventanita al infinito, donde se ve todo simultáneamente desde todos los ángulos posibles]. Es la letra cabalistíca, y el nombre para los números transfinitos de George Cantor. Daneri ofrece a Borges un pseudo cognac por lo que algunos insinúan temerarios un intoxicante brebaje enteogénico, luego de extrañas declaraciones de Maria Kodama de que a "Borges le gustaba comer "pajaritos de monte" (Psilocybe hoogshangenii) . Las indicaciones de Daneri incluyen la posición decúbito dorsal [tal como aparecen los Pixies en viaje de ácido] y concentrar la mirada en el escalón 19 [esto lo dice 2 veces, las 19 letras cabalísticas, el nombre de lo innombrable, etc.]. Borges tiene la visión y entre muchas maravillas, otra vez Beatriz. Finalmente, en nota adjunta, Borges joroba que tal vez el Aleph que vió haya sido un Aleph impostor y se muestra mucho más preocupado de que lo único que conserva del rostro Beatriz son borrosas huellas mnémicas, donde recuerdo e invención se funden en un sólo abrazo. ¡Un abrazo de luz!
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