lunes, junio 14, 2004

Esa pegajosa mitad

En "El origen de las maneras de mesa", Claude Lévi-Strauss luego de tratar de explicar porque los indios americanos veían constelaciones con trozos de cuerpo de mujer [Cap I "El misterio de la mujer cortada en pedazos"] analiza en el segundo capítulo ciertos mitos indígenas sobre lo que a muy grandes rasgos sería el "amor de prepo".

Por ejemplo, en los wichita tenemos a la mujer-grapa cuyo nombre se traduce como "lo que se engancha, no importa a qué". Se adhiere sin mayor trámite a la espalda del héroe, con sus hojas ganchudas y hay que sacarla a mazazos. Insiste : -¡Déjenme en paz! ¡Soy tu esposa!-.

En otro orden de cosas, la "redacción puercoespín" -de los arapaho por ejemplo- impone ya un vuelo de la imaginación que deja a las estupideces de Harry Potter en la primera D del delirio mitológico. Las muchachas aquí aspiran a casarse con un puercoespín que da instrucciones, con el detalle que se suele volver Luna o planeta inaccesible, complejizando la relación.

No es infrecuente que el Sol y la Luna disputen por celos sobre quien es la luminaria más brillante [la Luna aduce que cuenta con un ejército de estrellas]. O que viajen juntos en piragua por el Amazonas, aunque los Tupí, extrañamente, consideren a cada Luna que sale como un ser distinto.

Cuando uno pensaba que sólo los dioses del Olimpo se comportaban como actores de un culebrón venezolano, simplemente desconocía las bajezas de los semidioses o demiurgos americanos. Un pájaro zambullidor se hace pasar por divinidad engalanada de perlas para engañar a unas heroínas. Cuando lo llaman con su nombre de pájaro verdadero, se hace el "boludo". Las heroínas de deslumbran con las perlas fraudulentas y con los cuentos sobre una gran familia, del pájaro chamuyero. Cuando llegan a su "reino" caen en la cuenta de que sus hermanas son feas y llevan en las orejas adornos de caca de perro, no perlas.

El zambullidor impostor recibe una paliza fenomenal que incluye un ataque masivo con sanguijuelas gigantes que aspiran el agua [donde vive]. Pero el agua huye de las sanguijuelas y sumerge a toda la población. Bueno stop, ¡¡stop!!


Pensaba en grande y lo llamaron fálico,
no sabían que era panorámico.

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